martes, 21 de abril de 2015

LA TRAGEDIA DE LOS 700 INMIGRANTES MUERTOS Y NOSOTROS

Apenas han pasado 48 horas de la tragedia de los 700 inmigrantes en el Mediterráneo, y ya Europa (o lo que son sus representantes) se ha alzado primero con grandes voces de solidaridad, y luego con medidas no tibias, sino lo siguiente, eludiendo el drama humano que supone. ¿Sabes que entre toda la Unión Europea se dedican 3 millones de Euros al mes para labores de salvamento en el Mediterráneo? ( no quiero mencionar las cifras de los rescates bancarios de miles y miles y miles de millones por mor de ser acusado de populista…)

Pero más allá de las acciones de nuestros “padres de la patria” … ¿qué trasfondo hay detrás de todo esto? ¿Qué ocurre para que tragedias como la muerte de 700 inmigrantes en el Meditérraneo puedan volver (Y volverán) a ocurrir?Intuyo que una base importante para ello es una emoción que marca nuestras vidas: el miedo.

                                                fuente de la fotografía: www.atodomomento.com

Sobre todo, el miedo a perder lo que tenemos se ha instaurado en nuestra sociedad. ¡Ay que me lo quitan! Es paradójico que a mayor nivel de desarrollo económico, más apego a nuestras posesiones y calidad de vida, un egoísmo más acendrado que nos hace perder de vista dos cualidades del ser humano que quiero creer van el pack básico de toda persona: la compasión y la hospitalidad.

¿Y por qué creo que llevamos estas dos cualidades/valores de serie? Porque los niños las tienen. Y los niños son la quintaesencia de los valores humanos en su pureza. Y no solo los niños: Una gran parte de las tradiciones religiosas, espirituales y culturales han representado la defensa de la compasión y la hospitalidad desde la noche de los tiempos.

La compasión puede dar lugar en su definición a muchos debates, incluida la percepción frecuente erronea de estar relacionada con la lástima y hacia un inferior, así que voy a exponer una que refleja la idea que tengo en mente: una emoción que surge de la percepción del sufrimiento ajeno y que genera un comportamiento dirigido a eliminar ese sufrimiento y generar bienestar en las personas que lo padecen

                             Daniel Goleman y La Compasión. Conferencia TED

Y la hospitalidad creo que genera menos equívocos: ¿nos suena “dar de comer al hambriento y de comer al sediento”? (hoy hay mucho miedo a la hospitalidad también)

Lo más curioso de todo esto es que la carencia del sentido de compasión y de hospitalidad (más allá del que se vive el mismo día de la tragedia y que una semana más tarde ha sido olvidado en pro del partido de la champions o de otro caso de corrupción) se da fundamentalmente en las sociedades en las que más tenemos. Parece que el término “desarrollo” lleva aparejado una pérdida cada vez más significativa de la compasión y la sensibilidad hacia el que sufre y al que no tiene. Es un “Sálvese quien pueda” donde mi objetivo es “yo” y “los míos”, con una miopía digna de encomio.

Por otra parte es natural. Nos han educado para valorar lo que tenemos y para querer más, para el apego a nuestras propiedades y estilo de vida que se supone nos da significado de quien somos, y sin las cuales dejaríamos de ser. Y por ahí no pasamos, señoras y señores. Está muy bien eso de la compasión, siempre que no me toquen la cartera o la calidad de vida, o sencillamente, la vida.

Por contraste, probablemente todos conocemos ejemplos a la vuelta de viajes a otros países “exóticos” y menos desarrollados de los nuestros donde contamos historias relacionadas con el asombro que produce la generosidad de gentes y familias que pese a no tener nada, o muy poco, lo comparten con el viajero.  Pero esas personas, no lo olvidemos, son “subdesarrolladas”, y ya se les pasará cuando evolucionen…[sic]

                                                                                       www.fotos-bonitas.com

En fin; que en nuestra sociedad, que se supone mayoritariamente cristiana por ejemplo, la compasión y la hospitalidad de base, dos piedras angulares de la misma, no están enraizadas ni mucho menos ante el miedo que tenemos a perder. Cuanta razón le doy a aquellos que postulan que nuestra sociedad es débil porque solo busca proteger sus privilegios, frente a aquellos que nada tienen que perder porque nada tienen…

El miedo. Nos ha hecho olvidar que lo que les hacemos a otros, nos lo hacemos a nosotros mismos; que esa insolidaridad nos aboca a pagar un precio muy alto por dentro, pues va en dirección contraria a la naturaleza humana, a quien somos. Y no nos damos cuenta que una de las principales acciones que dan sentido a la vida es precisamente ser de ayuda a otros, ser de utilidad, contribuir al bien común. Bueno, al fin y al cabo estamos sumidos en una crisis de “dirección y sobre todo sentido” en Occidente, así que es comprensible lo que ocurre (que no justificable)

¿Y los gobiernos, políticos y actores que tienen gran influencia en cambiar las cosas? Están sumidos en el miedo a las reacciones de los votantes, en los precios electorales a pagar, a los costes económicos que suponen las acciones de ayuda, misérrimos por otra parte,  a las opiniones de los poderes económicos, que ya habrían entrado en acción si perdieran o ganaran dinero con ello… Además de utilizar el miedo como herramienta de control masivo de masas, esas masas a las que pertenecemos tú y yo, nos guste o no. ¿Dónde están los estadistas de talla? (echo de menos esas personas que serían lo que Churchill supo muy bien definir: El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”)

El miedo. El miedo a lo distinto, a lo que no entendemos, a otras maneras de vivir, a otro color de piel, a otra lengua….

El miedo a perder, el apego, el haber comprado ideas a otros a los que les interesa que pensemos así, el miedo al futuro, al presente, al “no poder”, a “no ser capaz”, y la asunción definitiva de la resignación, que es una de las mayores capitulaciones del ser humano…

¡Cuantas motos nos han vendido en cuanto a cómo debe ser el mundo! Y lo que es peor, cuantas motos hemos comprado.

Me parece que el primer  paso que podríamos dar está relacionado  con asumir la responsabilidad individual en lo que sucede, en la pequeña parte que nos toca a cada uno, porque es muy fácil diluirse en la inacción del grupo, o en el “echar la culpa a los que pueden y deben”. ¿Y nosotros? ¿Y tú? ¿Y yo? ¿qué podemos hacer aquí y ahora ya? Seguro que varias cosas, por pequeñas que sean. Y tal vez esas acciones estén vinculadas a modificar nuestros pensamientos en torno a cómo vivimos la compasión y la solidaridad, a nuestras ideas sobre ello, y luego empezar a plasmarlas en la práctica.

Todos queremos que el mundo se transforme, pero como bien decía Gandhi, “Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. Me parece que la gran revolución pendiente es la revolución del bien común (que para los que más miedo sienten podríamos transformar en “evolución” para que no asuste la definición).

Acabo con unas palabras del Papa Francisco, ese gran hombre, con respecto a la tragedia 

de los 700: «Son hombres y mujeres como nosotros, hermanos nuestro que buscan una vida mejor, hambrientos, perseguidos, heridos, explotados, víctimas de guerras. Buscan una vida mejor… Buscaban la felicidad…


Si  cada uno de nosotros pasáramos un día, solo un día con una de esas personas  en una patera, o en un campo de refugiados, o saliendo de casa con lo puesto y abandonando toda una vida huyendo de la guerra, si tuviéramos que proteger y dar de comer a nuestros hijos y no pudiéramos, todo cambiaría. Pero como eso no va a suceder (al menos a corto plazo) te invito a que te plantees, y me plantee, qué voy a hacer mañana para recuperar la compasión. Y te aseguro que cualquier acción que tomes con respecto a ello dará significado a tu día. 

¿Cómo lo ves? ¿Te apuntas?



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"subir más alto, para ver más lejos"