miércoles, 10 de diciembre de 2008

el aeropuerto

el aeropuerto

el otro día llegué a Lima, a su aeropuerto. Tenía la característica de la novedad, pues nunca había venido a Perú antes, e iba observando todo, sobre todo a las personas, pues ya sabemos que los aeropuertos son universalmente clónicos (cada vez más). lo curioso vino cuando llegamos a la puerta de llegadas internacionales.

Ni que decir tiene que la mayoría de pasajeros eran peruanos, muchos de los cuales volvían a su país después de mucho tiempo fuera, sin ver en persona a nadie de sus seres queridos. ¡Y aquí surgió la magia! De repente, tras pasar el umbral de la puerta, una muchedumbre de personas se convertían en grupos más pequeños, que se dirigían a aquel compañero del asiento de delante, o la madre con la niña que no había parado de llorar en todo el vuelo, y se fundían en increibles y emocionantes abrazos con sus añorados y amados seres queridos, y en donde solo surgía el sentimiento de alegría, de gratitud, de amor, de reencuentro, de cariño, de lágrimas de gozo, de familia, de amistad, de humanidad...

Viví en apenas 5 minutos en que me demoré a propósito en ese entorno decenas de momentos que no eran míos pero que los sentía míos. Yo quería compartir esa alegría, ese festejo, ese canto al amor, y al reencuentro. Y a fe mía que lo conseguí. La energía que se vivía allí era espectacular. Lo mejor del ser humano, en acción, sin fingimientos, sin sonrisas de cartón, sin "buenos días" de cumplido... ¡ERA TODO AUTÉNTICO!

Un gran lujo. Me sentí con esas familias, con esos amigos, con esas personas que hasta un momento antes eran extrañas, y ahora eran ni más ni menos que personas, unidas universalmente por el amor. y me sentí extraordinariamente gratificado por compartir, sin que ellos lo supieran ( ¿o si?) esos magníficos momentos con tantos hombres y mujeres que tenían en común conmigo que eran hermanos de especie, que pertenecían a la misma humanidad que yo.

Fue una sensación increible, que te reconcilia con las personas, y en donde llegas a tocar su mejor versión, la auténtica, la que todos llevamos dentro, la grandeza del ser humano.

De verdad, si quieres ser testigo y vivir momentos intensos y llenos de energía y amor, pásate por la puerta de llegadas de un aeropuerto en Navidad.