martes, 5 de septiembre de 2017

CARTA A MI MAESTRA JOAQUINA FERNANDEZ, QUE ACABA DE PARTIR



Querida Joaquina:


Todavía estoy sumido en la estupefacción del huérfano que no puede creer que una luz potente y blanca con la cual ha iluminado muchas áreas oscuras de su vida, se haya ido del mundo terreno. No he de negarte que mi primera reacción ha sido de rabia y reproche: Pero ¿Cómo se te ocurre hacerme esto? ¿Cómo se te ocurre hacernos esto? Y lo que es más grave…. ¿Cómo se te ocurre hacerle esto al mundo.


Porque el mundo va a ser otro sin ti, lo tengo claro. Si hay una persona sobre la tierra que me consta con total seguridad  era necesaria, esa eres tú. Después de la incredulidad en la que todavía estoy sumido a ratos, voy transitando el duelo hacia un sentimiento mezcla de extrema tristeza y también de responsabilidad. Porque hasta el último momento, como muy bien ha expresado otro de tus queridos pupilos, Curro Trujillo, has sido capaz de ponernos delante del espejo y facilitarnos que sacáramos lo mejor de nosotros. Y en este caso ha sido muriendo y por lo tanto dejándonos sin el recurso fácil de “se lo tengo que consultar a Joaquina”, “Tengo sesión con Joaquina”, o “mañana llamo a Joaquina” para aportar luz al problema. Y lo mejor es que básicamente dabas una solución pero siempre a través de la pregunta justa que le ponía a uno en el disparadero, sin posibilidad de esconderse. 

Y eso suponía que tantas personas te rehuyeran o te tuvieran miedo. Porque eras sobre todo ese espejo en el que da a veces hasta pánico reflejarse, pero sin cuya mirada no es posible el crecimiento ni el avance real. Y tu magnífica integridad suponía además que no te andaras con paños calientes, aunque lo hicieras desde un infinito amor a las personas. Y ese “desde donde” te capacitaba para decir lo que consideraras que debías, una vez la persona había decidido ponerse en tus manos (más bien, ponerse en sus propias manos, como después íbamos descubriendo).




Has sido el ejemplo más extraordinario de congruencia y de “ser tú” que nunca he conocido en nadie. Porque no tenías miedo, y si lo tenías, lo trascendías, tu misión era más importante que tú misma. Tu trabajo interior había sido tan potente y tu vocación de servicio tan abrumadora, que no se te podían poner pegas. Y esto es muy difícil de decir: Joaquina es siempre ella. Su mensaje es como vive, sin tener que hablar. De hecho, ella es su mensaje. 


Y por esta razón te teníamos tanto respeto. Porque no podíamos decir “¿Y tú qué?”. Estábamos vendidos y por lo tanto rendidos a tus preguntas y orientaciones, porque en el fondo de nosotros mismos, todos queremos ser  como Joaquina:  personas coherentes sin miedo a ser ellas mismas y con claridad. Y esta lección genuina desde el ejemplo, que es el único sitio autorizado para dar lecciones, te ha hecho tan distinta e irreemplazable.


Doy millones de gracias por haberte tenido en mi vida y por haberme permitido compartir tu sabiduría, tu saber enciclopédico y tu ansia de conocimiento del ser humano, que como tantas veces te repetías era tu pasión desde hace 30 años. Este año tuve el inmenso privilegio de haber cursado el master de comunicación personal contigo, este curso que era la niña de tus ojos porque como tantas veces decías, la comunicación no verbal era la clave del conocimiento auténtico del ser humano. Y aprendí a distinguirla del lenguaje no verbal, que es solo una parte de ello. Y me llevé una lección de autoconocimiento, de indagar dentro de nosotros, de tocar los mimbres sobre los que estamos construidos que me ha dejado literalmente alucinado, desde el temperamento, el ademán, las competencias, la marca personal, el liderazgo para cambiar el mundo y el camino del héroe. Una visión integral de quien somos, porqué y para qué hemos venido al mundo, además de tu obsesión por entrar en acción y generar resultados reales como tu admirado Vicente Ferrer.
 

Pero lo más importante era ese mensaje que nos mandabas día tras día: El conocimiento del ser humano tenía como objetivo comprender que las personas estamos abocadas a actuar tal como actuamos, que no es posible cambiar eso a no ser que se haga un ejercicio consciente de la situación y quiera haber un compromiso firme de cambio. Así que insistías en que éramos la mejor versión posible de nosotros mismos en cada momento y que debíamos estar orgullosos de ello y evitar juzgar a otros, porque también ellos eran su mejor versión.


Como sería el mundo con muchas personas viviendo esta manera de ver la vida…


Te criticaron, te juzgaron, te pusieron en el disparadero muchas veces por atreverte a ser tú, por ser ese espejo cuyo reflejo deslumbraba tanto que muchas personas te rehuían y reaccionaban contra ti, desde el miedo enorme a mirarse. A mi me ponía los pelos de punta cuando me preguntabas: ¿Quieres de verdad este cambio?¿Cuál es tu nivel de compromiso para realizarlo? Y sabía que no valían palabras huecas ni eslóganes. Porque además todos los que estuvimos contigo conocíamos a ciencia cierta que nos calabas como nadie nos había calado nunca. Antes de empezar a hablar ya sabías como estábamos, de que pie cojeábamos y cuando mentíamos. Y lo que me parecía magia auténtica, hoy comprendo después de este año contigo en el master que tenía mucho que ver con la frase de Arthur C. Clark, autor de “2001, una odisea en el espacio”: “Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”.


Y tú tenías esa tecnología enormemente avanzada del conocimiento del ser humano. Lo he podido comprobar. Y no era casual. Cuantas veces nos has reprochado que no estudiábamos y que así no aprenderíamos, y que lo que tú sabías era fruto de ese estudio concienzudo, profesional y entregado de miles de horas que hizo que supieras tanto. Porque esta año muchas veces teníamos la sensación de que no dábamos más de si con lo que nos contabas, y por otra parte éramos perfectamente conscientes que nos estabas compartiendo el 0,1% de tu saber.


Solo perseguías el bien del ser humano, y se te llevaban los diablos cuando hablabas del cambio al que estamos abocados todos para ser realmente quien somos y nos negábamos en rotundo a él aunque lo supiéramos necesario porque nos focalizamos en lo que vamos a perder y no en lo que vamos a ganar. Es como si te estuviera viendo. Y como cambia la vida este mensaje: ¿qué pasaría si me focalizara en lo que voy a ganar en vez de lo que voy a perder?

Como padre cuanto me servía tu magnífica devoción por los niños y los desaguisados que cometemos sus progenitores sobre ellos y su futuro por desconocimiento, miedo y dejadez (el famoso “no querer mirarnos dentro y cambiar"). Nunca he sentido con más claridad que nuestros niños no eran nuestros sino de la vida, y que la única manera de serles de utilidad y facilitarles que fueran seres plenos era desde el trabajo interior como adulto. Ahí tenía mucho sentido esa frase que una vez leí: “Uno no es padre por tener hijos, igual que uno no es pianista por tener un piano”




Desde hace años ( y llevo días intentando recordar como nos conocimos, y no hay manera, pero fue antes del 2004 seguro) te fuiste convirtiendo en alguien crucial en mi vida, fuiste profesora en mis cursos del instituto impact, yo en los tuyos, fuiste mi coach, mi terapeuta, mi psicóloga, me acompañaste en el proceso en el que sigo donde cambié mi alimentación hace dos años, adelgazando 16 kilos para orientar un nuevo estilo de vida, y donde ¡dejé el pan!! Que es como si a un esquimal le quitan la nieve… He cambido mi manera de andar, de moverme, de pensar y de mirar el mundo y a las personas, has estado presente en los momentos más oscuros de mi vida y en todo momento sentí tu escucha, tu confianza en mi y en mis posibilidades pero sin maternalismos, dejándome claro que era mi trabajo salir de ello. Y sobre todo, sentí tu amor.



Y tu final… sin ruido, sin alharacas, cumpliendo con tu misión literalmente hasta el último día, no dejando que tu enfermedad desde hace 6 años fuera un impedimento para tu labor. Como me ha dicho mi amigo y maestro también Yanko Vasilev:


“Las antiguas escrituras dicen que cuando los discípulos tienen asimilado el conocimiento, los maestros se retiran en silencio”


Por eso hoy tanta gente estamos huérfanos. Pero también sabemos que desde tu atalaya privilegiada de luz seguirás acompañándonos en nuestro camino porque tu último gesto que es tu muerte, es un claro mensaje:


“estáis ya preparados, he cumplido mi misión y os toca volar y no depender”




Ya firmo por dejar un legado que sea el 1% del que tú dejas aquí. Porque es inabarcable el bien que has hecho, las vidas que has ayudado a reorientar y sobre todo, la compasión y claridad dada y el amor otorgado.


Ahora nos toca a nosotros atrevernos a ser quien somos y a cumplir nuestra misión. Gracias por haber estado en mi vida, en la de mis hijos, en la de mis amigos y compañeros y en la de tantos miles de personas. Me alegro que escribieras tu libro (que es solo una introducción a lo que sabías, podrías haber publicado centenares) y que como maravillosa estratega de la vida, con esa determinación para planear desde el “para qué” (una de tus preguntas favoritas que desarbolaban: “Joaquina, me pasa esto”. Respuesta: ¿”Y para qué lo haces?”) nos ayudaste a ver la vida en conjunto, y sobre todo a decidir y planificar que queríamos de ella, llevándolo al algo tan concreto como determinar qué deseo que ocurra en el día de hoy y como voy a conseguirlo.


Me comprometo contigo definitiva y públicamente a ser quien soy, atreverme a ello, honrarme a mi y honrar a las personas, y que el amor que tú me enseñaste desde el ejemplo esté presente en mi vida  con comprensión y contribución. Hoy me abro a mi misión en el mundo definitivamente y confiando.


Y espero dentro de muy poco poder responder “SI” de una manera taxativa, convencida y firme a esa pregunta que hacías a todo el mundo cuando lo veías: ¿Eres feliz?


¡BUEN CAMINO, MAESTRA!



----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------